
En nuestros días, se entiende la educación como un proceso global que abarca la vida del ser humano en su extensión. Es un desarrollo constante que asume el ente en vías de crecimiento. Estas afirmaciones nos llevan a externar en un lenguaje coloquial que la educación no acaba en el colegio ni en la universidad. El hombre jamás se detiene en su aspiración de mejorar y su interés en perfeccionarse aumenta cada día. Por esto cuando salimos de la universidad, viene la pregunta: ¿y ahora qué?
Lamentablemente para muchos, los conocimientos adquiridos en el colegio y la universidad no son suficientes para insertarse en el mercado laboral, siendo esta una de las razones por las que hoy en día ha evolucionado el área de Educación Continuada, la cual se encarga de dar continuidad al crecimiento del profesional.
La decisión de proseguir con el aprendizaje y el enriquecimiento de conocimientos, debe ser aplaudida e incluso motivada, ya que garantiza profesionales más preparados para competir y desempeñar exitosamente sus roles laborales. Sin embargo, son muy pocos los profesionales que persisten en el proceso educativo. Muchas son las razones. En gran parte económicas, en muchos otros casos, por cuestiones de tiempo y por qué no decir, también por ignorancia.
Entiendo que debe haber algún mecanismo que obligue al profesional a continuar educándose. Las empresas en muchas ocasiones, ayudan a sus empleados y les costean capacitaciones relacionadas a las áreas en las que trabajan; no obstante, posterior a esta ayuda, es difícil que el profesional por sí sólo pueda continuar esta evolución.
De alguna manera, debemos entender que la educación no termina cuando nos graduamos y que sí queremos mejorar nuestro bienestar económico y crecer profesionalmente, debemos ver este proceso como una inversión y darle persistente continuidad al mismo.