
Despierto cargada de entusiasmo, energía e ideas revolucionarias.
Comienzo mi ardua labor llamando a mis clientes, los cuales –coincidencialmente- no hacen más que quejarse por la situación, pedir disculpas por el retraso en el pago, solicitar mayores descuentos y nuevos plazos para pagar. ¡Llamada tras llamada, y lo mismo!
Decido salir a la calle a buscar nuevos clientes y a tomar otro aire, y el desconcierto es mayor: calles repletas de haitianos, enfermos mentales, niños, mujeres embarazadas y minusválidos pidiendo; personas con miles de problemas conduciendo completamente idas, buscándole a otros nada más que inconvenientes; individuos agresivos que con solo mirarlos, te dicen dos cosas ofensivas; encontrándote con amigos que al final tienes que terminar prestándoles dinero o dándoles algo para que pasen los días hasta que consigan trabajo o bien hasta que en su empleo le paguen lo que deben…y termina uno el día fácilmente preguntándose: ¿qué esta pasando?
No hace falta un terremoto en nuestro país para que se vea la pobreza en qué vivimos y la difícil situación en la que estamos los que realmente trabajamos… nosotros.. el pueblo. ¿Y quién nos ayuda?
Cada día hay más desempleo, todo se encarece, hay menos esperanzas. Cada día perdemos más la credibilidad en nuestro gobierno, en nuestros políticos, en los medios de comunicación y hasta en lo que con mucho esfuerzo hacemos para nada. No veo el interés de alguien de querer luchar por algo, no veo esa iniciativa de ningún dominicano por querer hacer que esto funcione sin pensar en su beneficio personal.
Al final del día termino mi día –increíblemente- perseverante porque aunque sé que ahora es que falta,… creo firmemente que todo lo que comienza, termina y que al final del camino va a haber una luz.
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